domingo, 2 de febrero de 2020

ESCUELA FRÍA Y SIN LEÑA

       Tuvimos que aceptar -tendría yo, entones, unos ocho años- que el maestro del pueblo-aldea, don Hermenegildo, nos avisara en un día de helada: "no hay leña, luego no hay calor de estufa; y yo no puedo ir al monte ni acarrear madera".
       Y una voz rasposa,  la del escolar más atrevido y osado, exclamó: "Cierre la escuela, eche las persianas y ponga a la vista un recado-aviso: -Cerrada para evitar la muerte de los niños-".
       Corrió la voz, pero ni la chavalería contenta ni el maestro de primeras letras cabreado, pudieron impedir que el Alcalde tomara el rábano por las raíz y publicara de inmediato una orden-recado que acabaría con el problema: "De orden del señor Alcalde y para calentar la escuela, cada niño llevará un tronco de leña seca con el que encender la estufa. Y si el aludido escolar no trajera el leño en condiciones pagarán sus padres o tutores una multa equivalente al daño causado".
       Se corrió la voz y se remedió el vacío. Y la estufa funcionó como un tren con ruedas de chocolate. "La leña de los escolares -dijo el maestro- ha marchado como un valor añadido".  "Y eso ¿que es?" "Poner en marcha -respondió el maestro- un elemento que enriquece el producto o el servicio".
       ¿Y entonces qué pasa? ¿Se vende mejor o no?. Sí. Pero, hoy en día, los listillos y sus políticas que se titulan progresistas -hace falta valor- obran a la inversa. Y están violando a la marrana. Textualmente: están machacando y manchando lo bello, lo respirable, lo más apetecible...lo decente.
       Un país sin valor añadido está perdido.


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