miércoles, 5 de febrero de 2020

LA FUERZA VIVA POR DESCUBRIR

     Suelo distraerme a veces leyendo -vía Internet- los reducidos textos dedicados por sus autores que son alaveses, a temas locales, por sentirse orgullosos de serlo.  Su alavesismo se pondera por encima de otras ideas. ¡Por algo será! 

     Indudablemente es una fuerza viva, cuya fe se ha instalado en Álava y está en el paro;  cuando este alavesismo no se valora por oriundos de otras tierras, ni tampoco  se distingue por su nobleza "en aumento de la justicia contra malhechores", la fuerza se cae y no se utiliza para prosperar como es debido. Y al no valorarse su paz dinámica pierde poder, se diluye y si sale el sol se arruga.

      Álava -en temas muy propios- está siendo manejada desde otros poderes: el que se proyecta desde Madrid y el que nos toca las triquiñuelas desde Bilbao y parte de Guipúzcoa, a través de un señuelo euskeriko instalado en Vitoria, con el apoyo alavés que nunca se evalúa como se merece. Iba a ser Vitoria lo que no es, ni será: la capital de Euskadi.

       Defendí en plena madurez tirando a viejo, una provincia foral, independiente en su pactada jurisdicción y sobre temas ya acordados que incluía la hermandad entre territorios vascos y españoles, y lo defiendo ahora. Eso mismo lo sienten muchos alaveses que  hoy pagan más por lo mismo o menos de lo  que tenían, corrigiendo -claro está- tiempos borrascosos que Alava sufría por errores ajenos en su mayor parte. 

       Ahora, pobre de mí, solo veo un camino para defender lo propio: que la fuerza viva alavesa tenga en cuenta que la hermandad es solidaria, pero cada familia tiene casa propia. No tienen por qué organizarla sus hermanos.

        ¡Ya veremos! Yo no actúo. Solo escribo, si me dejan.

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