martes, 18 de febrero de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (4)

     Doctrina y escuela: es la base de todo ideario. Luego está el objetivo a conseguir: imponer ese ideario, esa doctrina,  razonablemente. Si siempre fuera así, el poder estaría equilibrado. Pero hay que demostrar y convencer previamente  que las doctrinas más justas y por tanto exigentes, las buenas ideas, son las más razonables y bien merecen la pena. Pero esto, a la larga, no funciona. ¡Por algo será!
     Los hechos históricos son la mejor prueba: el que más tiene menos sufre. Lo normal es que las masas, mal dirigidas, provocan la huida de los mejor dotados. Huyen los listos si pueden y, si no, como más capacitados, se pasan y son admitidos en el bando dominante. Si saben administrar su talento, imponen su poder por vías indirectas. Son ellos, los conversos, los que emanan doctrina desde la retaguardia, salvo que una minoría se imponga por la fuerza de la astucia o por la guerra, también llamada fuerza bruta.
      El invento del voto es tan viejo como la doblez de la astucia: nos hacen creer que el deseo de las masas siempre acierta. Pero nadie nos dice que si esa aglomeración piensa de una forma concreta, este proceder  está influido hasta las cachas por su "yo y mi circunstancia". Si las masas pasan hambre y les ofreces comida siguen al oferente. Si ya han comido y les facilitas sexo, sano y salvo, también te dan el voto. Y si les garantizas el cielo, no digamos.
     Si queremos acertar en favor de un enfermo no se le ocurre a nadie recurrir al voto del vecindario; más bien se busca al médico y a medios rigurosos para curar a quien fuere y como fuere Y esto se paga a buen precio.
     Mi deseo es que este discursillo lo entienda un niño. Y si está bien enseñado pronto entiende lo que más le conviene.
     Hoy por hoy, si queremos que esto cambie, los que tienen escuela -que son inferiores al número de titulados- tienen que empezar por cambiar ellos. Y formar criterio. Para lo cual han de empezar por reunirse con ánimo no influido por el lucro.
     ¡Algo propio de muy pocos!

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