viernes, 25 de agosto de 2017

Y EL SEMINARIO VACÍO

 IX

Aficionado a los libros de historia me siento defraudado porque los autores prestan atención a las figuras que más destacan y difuminan al sufrido pueblo. Y uno, en su inocencia, se queda sin saber que hacían los domingos por la tarde las madres de familia para no aburrirse.
    Por ejemplo, me pregunto: ¿Qué pasa en la católica España que nos hemos quedado sin curas? ¡Quién lo diría!
    Allá por los años cincuenta, del pasado siglo, la ciudad de Vitoria donde resido perdió la capitalidad de la Diócesis del hoy llamado Euskadi, por razones políticas que no evangélicas. Y cuando se temía que el Seminario diocesano entrara en desuso, porque Álava era muy pequeña para llenar tan gran edificio, sucedió lo contrario: nunca tan pocos contaron tantas vocaciones. Vitoria se lleno de curas y algo tenían que hacer.
     La ciudad, por  otro lado, al final de la década de los cincuenta asumió un llamado  desarrollo
industrial y se llenó de emigrantes. Con ellos, se pudo prever, se abonaría  el terreno de la injusticia social. Los curas se sintieron llamados a intervenir. En Vitoria vivimos un nacional-catolicismo  de primera clase, entreverado con ansias de justicia social y virutas euskéricas para camuflar el envite.
     El clero, como nunca, tenía  tomada la ciudad, y hasta se dió el caso de un feligrés que se corto la mano pecadora influido por un sermón de la Semana Santa.
     No quiero entrar en disquisiciones. Vitoria se ha quedado sin curas. Ciertamente, la política ha perdido categoría.  ¿Quién lo iba a decir?
     Dependemos de los más fuertes, y la fuerza no suele cuadrar con la calidad.
     En Vitoria, la caída vocacional eclesiástica, se perdió con la llegada de la democracia. Se secularizó la política. Los políticos se reprodujeron como hongos. Los curas se quitaron la sotana.
Perdieron fuerza y misterio.
     Y el Seminario vacío..
     
      (Continuará)

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