lunes, 21 de agosto de 2017
ESPAÑA SE ENDEUDA
V
Y cuando alguien, una persona, una familia, un pueblo, un país se endeudan, no por invertir con rentabilidad, sino por consumir más de lo necesario en puras diversiones o en iniciativas inútiles, resulta que todos se empobrecen. Puede ser el caso de España. Cada año aumenta su deuda. Deduzcan ustedes si es rentable lo invertido o se va, en su mayor parte, por las cañerías de desagüe.
Hoy toca poner sobre el tapete el principio de subsidiariedad. Es fácil de entender y de lógica aplicación. Es un principio que para ser eficaz exige orden y concierto y, cumplida esta premisa, es justo y razonable. La Unión Europea aprobó su vigencia y funciona con todo su rigor en el sector económico financiero. No en otros sectores, como el de las migraciones.
Ahí esta el caso de los países de la UE afectados por la última crisis y en peligro de endeudarse por encima de sus posibilidades. Esos países se van salvando -tras grandes sacrificios, es cierto- gracias al rigor subsidiario prestado desde la Europa unida. No se confundan: un subsidio no es un regalo. "Es una acción o responsabilidad que suple o robustece a otra principal".Y no es eterno.Tiene sus plazos de vencimiento.
Dicho esto, no puede decirse que en España funcione la subsidiariedad. Estamos inclinados, muy al contrario, a gastar el dinero de la Hacienda pública, en demasiadas ocasiones con generosidad mal entendida. No somos partidarios del subsidio. En la práctica nos gusta más la subvención.
Para no quedar mal y tener satisfecha a ciertas clientelas, los políticos en el poder, con pretextos varios, suelen otorgar jugosas subvenciones sin el debido control. La subvención consiste en la entrega de dinero por parte de la Hacienda Pública, a un particular o a particulares para iniciativas varias, sin que luego haya desembolso o compensación alguna por parte de quien sale beneficiado.
Si nos paramos a pensar y queremos sacar deducciones de estos comportamientos, veremos que en España -en muy pocas ocasiones holgada de medios- tenemos unas estructuras autonómicas que nos cuestan un ojo de las cara. No hay dinero suficiente para mantener este lujo. Diecisiete autonomías, funcionando en su mayor parte como si fueran naciones.
Falla la subsidiariedad; triunfa la subvención con claridad en unos casos, encubierta en viles contratos, en otros.
Pero hoy otro principio que tampoco funciona: el de la proporcionalidad.
(Continuará)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario