Me planteo el problema desde la inocencia y la buena fe de un novicio. Y hago esta pregunta. ¿Qué quieren, o que buscan, los que acaban de ver y de proclamar que España es un país plurinacional? Y la respuesta cae, como fruta madura, por pura gravedad: quieren medrar
Dicho de otra manera, la plurinacionalidad es un señuelo lleno de aparente novedad; algo así como cambiar la lombriz del anzuelo, por una mosca. Quiere decir que Pedro Sánchez aspira a ser el amo y, si por él fuera, para toda la vida. Lo cual puede ser legítimo; pero esto no quita que la plurinacionalidad sea un cebo muy aparatoso, de concepción poco imaginativa: un trampantojo.
Bien mirado el caso, hasta los más despistados llegarían a esta conclusión: considerar que los nacionalismos vigentes en Cataluña o en el País Vasco, se darían por satisfechos con un reconocimiento de nación cultural, es de ingenuos. O ¿a quién queremos engañar? El argumento del idioma y otros rasgos culturales para que los pueblos sean considerados como naciones, es creer que el niño lactante se conformará con el chupete, cuando lo que busca y necesita es la teta.
Claro está que los nacionalistas auténticos no se entretienen en rebatir esta simpleza. El nacionalista de verdad quiere y pide una nación estado soberana; no un chiste, impropio de un partido político que nació bajo auspicios y horizontes internacionales.
Ando estos días repasando apuntes sobre el origen de los Condados de Castilla, Álava y Lantarón (siglos VIII y siguiente). De ahí surgiría el Reino de Castilla. El concepto de nación soberana, ni existía. El soberano era el Rey, pero tenía sus límites. Aparecieron los fueros, unos originarios (buenos usos y costumbres) y otros pactados con la Corona. Los condados, los reinos, no eran naciones soberanas. Era otros tiempos; eran otra cosa.
Los socialistas para ganarse el voto, recurrieron a la justicia social universal a cambio de la caridad cristiana, también universal.
¡Nos quieren pasar al moro! Ustedes me dirán.
zx
No hay comentarios:
Publicar un comentario