lunes, 14 de agosto de 2017

SENSACIÓN DE CAMBIO

      Me parece un abuso de confianza sentir como un pálpito agorero y  guardarlo cerrado  con siete llaves; sentir un aviso incierto,  como cuando a uno le duelen los huesos pregoneros de una barrida atmosférica. Barrunto como próximo -plazo medio, unos tres meses-  un cambio, ignoro en qué sentido.
      Hecha la confesión, pido al bien intencionado lector que no haga caso  alguno de estas sensaciones, propias de una persona que padece insomnios y pasa las noches contando ovejas para no aburrirse. Pura paradoja.
      Pero vean: para el día uno de octubre está anunciado un espectáculo lleno de riesgos. Los secesionistas catalanes tienen previsto convocar un referéndum para desconectarse de España. No nos engañemos: es un suceso buscado con un par y por narices para esa fecha. En contrapartida, desde el Gobierno de España responden que no: ni por esas habrá refrendo que valga.
      ¿El cambio?
       Es cierto: no todo seguirá igual. Si no se celebra, malo. Si sucediera lo contrario, peor. Si ganan los secesionistas, la mayoría no podrá negar el fracaso del Gobierno de España. Ese sentimiento de fracaso tendrá sus consecuencias. Y si perdieran, el fracaso del catalanismo en pura esencia haría  que miles de partidarios se sintieran humillados. Pero no por eso se darían por vencidos.
      Cualquiera que fuere el resultado, habría que hacer números. A pesar de todo, el riesgo de una mayor pobreza avanzaría,  lento pero seguro; y nos afectaría  a  todos. Por eso hay que hacer números.
      La mayoría de los habitantes de este  territorio peninsular ibérico no viven con holgura y nunca han salido del error: el error de creer que la prosperidad llega con la desunión y a palo limpio.
      Mi pálpito no es un sueño. Es el miedo a que por ahí venga el cambio.
   
   

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