miércoles, 31 de agosto de 2016

VIEJO, GRANDE, APASIONADO PROBLEMA

     Si se analiza fríamente el batiburrillo que han montado los políticos y sufrimos los españoles, llegamos a la conclusión de que se complica el problema de cómo repartirse el poder,  en gran manera por las demandas secesionistas. ¡Hay que ver cómo han reaccionado Mariano  Rajoy para defender la "indisoluble unidad de la Nación española" (según la Constitución vigente, artº. 2) apelando nada menos que a la "Pepa" (Constitución de 1812).
     Esta irritación demuestra que el tal problema, por viejo, grande y apasionado, es capaz de movilizar réplicas y contra réplicas tan grandes, viejas y apasionadas como la  causa que las motiva. Bien mirada la Pepa no hizo sino  poner en marcha el fin de la monarquía, muy desacreditada -por cierto- y con ello el progreso de los nacionalismos republicanos de allende el océano.  
    Los secesionistas españoles son una réplica tardía (finales del XIX) de aquellos seismos políticos. El inconveniente en el que tropiezan los adversarios de esos nacionalismos periféricos de España, es que ellos también son nacionalistas y no hay peor cuña que de la misma madera. A las doctrinas nacionalistas no se les puede combatir desde otro nacionalismo.
   Para defender el integrismo de España o mejor de la Península Ibérica (¿por qué no?) hacen falta argumentos creativos que atiendan a las demandas urgentes y actuales sobre todo en el plano socio-económico. Y para eso, los pueblos vecinos han de unirse en piña si no quieren ser orillados y arrollados -vieja historia- por migraciones formadas por seres humanos dispuestos a todo porque en ello les va la supervivencia.
     Claro está que cuando se suscitan puntos de debate relacionados con la causa secesionista del territorio autonómico que fuere, los resortes del artificio disgregador saltan automáticamente. Y la respuesta integradora, lenta y mirando al pasado, parece haber sido engrasada con tocino. No funciona.
     Como vivo en el País  Vasco y he comprobado cómo la eficacia del desprestigio de los defensores de la unidad de España  actúa en favor de sus  contrarios, no me lo puedo callar. Hay que cambiar de naipe, dejar de jugar al mus y pasarse al tresillo. Curiosamente  un juego éste muy didáctico, ya olvidado porque hace trabajar al cacumen. Y en España, los políticos hablan, hablan y hablan, pero rara vez piensan. Por eso se contradicen tanto.
     Y cuando un político no piensa y además da coces... ¿Para qué nos vale?


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