jueves, 18 de agosto de 2016

EL VOTO IMPERATIVO EN ESPAÑA

     En el artículo  67-2 de la Constitución española se dispone: "Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo".
     Soy consciente de dos cosas: una, de que el voto imperativo, es decir el voto  impuesto por los jerifes de cada partido a los parlamentarios del montón, se ejerce con espontaneidad manifiesta pese a no estar permitido; y otra, que el artículo 67 constitucional ha sido  y sigue sometido a libre interpretación por los leguleyos de turno, personas que aplican el derecho sin rigor, y  ésto  ha permitido al  poder legislativo, como ya dijera el Sr. Guerra:  "el que se  mueva no sale en la foto".
      Conseguido tal avance,-en España se idolatra al progreso- era lógico que funcionara la claque parlamentaria. La claque viene a ser el grupo de personas que asisten a un espectáculo con el fin de aplaudir en momentos señalados (Diccionario de la RAE). La claque es la pera que madura con el tiempo allí donde las circunstancias climáticas y terreras le son favorables (entre ellas la corrupción que hayla, aun sin dineros por medio). Si seguimos así, a no tardar surgirán los silbidos, las increpaciones y el "¡fuera, fuera!" impuesto por la dicha claque.
      En suma: los valores de la democracia (el gobierno del pueblo) se manipulan  para dirigir  el poder en favor de la casta. Es lo que decían los populistas de PODEMOS y sus  compañeros de viaje. Ya no lo dicen: ¡Por algo será!   Tal vez porque, como los demás partidos, han visto que es más rentable y productivo dirigir al equipo con el voto imperativo, ahora impuesto -si conviniera- desde la consulta directa a las masas.
      En España se ve con normalidad que  los parlamentarios,  de cada partido, voten al unísono -todos igual- sobre los temas más delicados. Han eliminado, de hecho,  el voto en conciencia. Podríamos ahorrarnos la  presencia de tanto personaje en las bancadas  y, de paso, sus salarios y otros gajes; bastaría con un solo parlamentario por cada camada partidaria. Uno solo, con derecho a un  voto, con valor  proporcional al número de escaños conseguidos por los suyos en las elecciones correspondientes.
      Los políticos, incapaces de llegar a un acuerdo en asuntos decisivos para los españoles en general, rara vez votan desobedeciendo las órdenes superiores. Y  si lo hacen, es que ya han preparado su despedida de la política activa, por aquello de no salir en la foto.
      Y luego dicen que con ellos no va la corrupción. Si en las jornadas de una futura supuesta investidura funcionara el voto en conciencia -no digo en qué sentido-  tendríamos nuevo Gobierno para España en cosa de quince días.
       ¡Va un café!



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