martes, 30 de agosto de 2016

LIBERTAD DE ENSEÑANZA Y CONVIVENCIA

     Es indudable que la libertad de enseñanza, no por ser reconocida en la Constitución española, garantiza de hecho una neutralidad doctrinal. En teoría la libertad de enseñanza equivale a que existan escuelas que enseñen bajo criterios varios; escuelas que funcionen según su credo, y  pueden ser católicas, comunistas,  islámicas, democráticas, separatistas, etc., etc. Los padres y los alumnos tienen el derecho a elegir la que más le convenga.
     En efecto, ante esta supuesta y variada oferta, lo concluyente, lo  prometido, es un derecho en favor de cada persona para poder elegir libremente el conocimiento de la doctrina que le interesa cultivar -si  lo desea- o el derecho a recibir el aprendizaje que facilite la convivencia con los demás en todas sus dimensiones. Una escuela libre en pro y para la convivencia podría sintetizar sin sectarismo a todas esas escuelas.
     La pregunta inmediata es ésta: ¿La convivencia es un valor positivo? Y, relacionada con ella,     ¿hasta que  punto ciertas doctrinas facilitan o perjudican  la convivencia? Y si  fuera que la perjudican ¿por qué se imponen en las escuelas las enseñanza que diferencian y separan a las personas y, como factor añadido,  a los  pueblos y países?
     La escuela libre en pro de la convivencia exige una disciplina ética y un avanzado proyecto didáctico y científico. La escuela  libre convivencial ha de ser exigente en el cultivo de  valores éticos, ciudadanos y científicos. La experiencia demuestra que una escuela de este tipo,  no puede depender de organismos oficiales  ni estar subvencionada o pagada directamente por grupos políticos o instituciones  que ellos dominen.
     Una enseñanza libre a todos los efectos debe de ser autónoma libre y responsable directa de sus actos. La enseñanza libre ha de ser atractiva para las familias partidarias de la convivencia  libre de proyectos sectarios o condicionada por intereses políticos.
     ¿Pero acaso, en nuestros días hay escuelas que no se preocupan por educar en la convivencia a su alumnado?
      Puede ser. Pueden existir. Pero ¿acaso somos los españoles -incluidos catalanes y vascos- modelo de convivencia?
      Respondan, no  sin antes consultar lo bien que se llevan nuestros políticos. No lo olviden: salieron de nuestras escuelas. Y no aprendieron a convivir.




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