viernes, 26 de agosto de 2016

UN CAMBIO DIGNO DE ESTUDIO



Dudo que partido alguno de ámbito español,  entre los que buscaron apoyo y votos  en el País Vasco peninsular, se haya dedicado seriamente al examen crítico y global de este territorio. No digo que no existan estos estudios. Hablo de un examen crítico. 
 Esta indiferencia (o desidia) explica en parte la evolución negativa en votos de esos partidos.  Mal asunto para la política, caer en esa indiferencia; no es el camino a seguir.
            Ante un planteamiento autonómico, conducente a fomentar la prosperidad de la sociedad vasca, hay que  obrar con arreglo a criterios racionales y no dejándose llevar por  intuiciones inspiradas en sentimientos patrióticos. Todo el funcionamiento foral a cargo de las Diputaciones que se desarrolló gracias al Concierto Económico (siglo XIX  últimas décadas) se fundaba en una administración austera y muy básica en favor de los contribuyentes. Las economías conseguidas iban en beneficio directo  del  ciudadano, al que se prestaban los  mejores servicios adecuados a las demanda de los tiempos, con la menor presión tributaria.
               Superada  aquella fase-eran otros tiempos- estamos ahora viviendo el caso de la Unión Europea,  que trata de  alcanzar una federación de Estados de diverso proceder y cultura. Los pasos se dan de uno en uno, bien meditados, de forma que se puedan corregir o  rectificar para eludir desvíos o errores. El resultado viene siendo  positivo aunque hayan de corregirse fallos y reafirmar aciertos.
                Miremos pues a Europa. Desde la UE, para dirimir quién y cómo ha de asumir cada competencia – bien por parte de la Unión o de cada Estado-  se  tienen en cuenta – además de otras previsiones - tres  principios básicos: proporcionalidad,  subsidiariedad y solidaridad. 
            Sin entrar en pormenores, en España, cuando se instituyeron las autonomías,  la pelea y ambición desatada por asumir competencias nos llevó a no tomar en cuenta estos principios. Los nacionalistas primero -y a imitación de ellos los autonomistas, después-hicieron  pasar por buena esta idea: cuantas más competencias para las circunscripciones autonómicas, mejor, para así justificar y sostener un auténtico anhelo: montarse a lo grande, establecer un centralismo regional y no ser menos que los territorios que aspiran a ser naciones independientes. Este modelo nos lleva al disparate y en buena lógica, en bien de todos, habría que intentar suplirlo  por otro más racional y por tanto más eficiente y menos costoso; más rentable.  
           Esta es la línea de conducta a estudiar: racionalizar la cesión de competencias a los territorios forales en Vasconia, y a las Diputaciones en el resto de España, donde pudiendo ser útiles se han convertido  en un estorbo y en un nido del nepotismo. La racionalidad obliga, pero no se trata de deshacer o desmontar nada: al revés.  Se trata de alcanzar una superior eficacia al mínimo coste, para, lo cual, eso sí, hay que introducir cambios. 
              No lo olvidemos: proporcionalidad, subsidiariedad y solidaridad. ¡Ya hablaremos!

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