Por circunstancias que no vienen al caso, a finales de los cuarenta del pasado siglo, en plena dictadura, quedó encausado un farmacéutico porque, desde su oficina, uno de sus mancebos traficaba con drogas valiéndose de recetas conseguidas ilegalmente. Implicaron al titular del despacho por negligencia o cosa parecida. Pero se vió libre de toda culpa porque alguien, con poder, puso sobre el tapete este argumento: "Han de saber, señores, que se quieren cargar a uno de los nuestros".
Entonces se sobrevaloraba la camaradería. Hoy, parece una frase gastada, propia de un régimen autoritario, inútil en una democracia y...sin embargo, funciona,
Casi todo el lenguaje que se viene utilizando para justificar ciertas conductas sirve de forma eficaz, para la salvación de "uno de lo nuestros". Nunca como en la actualidad los partidos democráticos, por lo menos en España, se han comprometido tanto, hasta las cachas, para liberar a "uno de los nuestros". ¡Es un lenguaje y son unas conductas deplorables que no se llegan a superar! ¡Tenemos unos partidos clientelares! No cuentan los comportamientos justos; si cuentan las personas si "son de los nuestros".
Entre "los nuestros" y sus secuaces, en todos los partidos, se crean amigos y resentidos. Y sus rectores, apegados -ensu mayoría- al buen vivir sin dar ni golpe, terminan por adocenar la que podría ser noble tarea de la política.
Y no se salva ningùn partido, ni mucho menos si es sectario.
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