En la actualidad
-agosto del 2016- el futuro autonómico de España está pasando por momentos
críticos. Los movimientos secesionistas
en Cataluña han llegado a una fase decisiva. Para oponerse a la declaración de
independencia proyectada por los separatistas,
se anuncian –por algunos partidos
políticos- programas reformistas de la Constitución en busca de un nuevo
acuerdo nacional que reduzca los envites secesionistas de Cataluña y otras
Comunidades Autónomas, entre las que destaca el País Vasco.
Esta
realidad justifica que, desde algunos sectores políticos, se estudie un nuevo posicionamiento, una nueva respuesta a estos intentos de ruptura, teniendo
en cuenta las experiencias vividas desde que se aprobaron la Constitución, primero, y poco
después los Estatutos de Autonomía de
toda España.
Me tocó vivir muy de cerca la salida a la palestra del
centro derecha en Álava que, a última
hora, en 1977, trató de formar
una candidatura sin tiempo para preparar un
programa. Lo único que pudieron anunciar fue su condición de alaveses,
foralistas e independientes. Esta candidatura se vio apoyada, una vez
constituida, por la UCD de Adolfo
Suárez, que trajo tranquilidad económica al grupo promotor alavés, a
cambio de aminorar la versión foral de su proyecto; los alaveses foralistas
tuvieron que plegarse a las directrices de la UCD.
Pudo haberse estudiado la versión foral autonómica
alavesa, -como hicieron en Navarra- pero la presión nacionalista tenía tal fuerza y el apoyo que les
prestaba el PSOE tal intensidad que, sirvieron
de poco las sugerencias forales que se hacían en este sentido.
Si algo estaba claro, en esas
fechas, era el propósito de los
nacionalistas de poner todos sus argumentos sobre la mesa y hacer jugar todas
sus influencias para dejar instituidas las bases de una futura independencia de
Euskadi, con el viejo reino de Navarra
incluido en el intento.
La idea foralista, preconizada desde Álava, no podía ceñirse a una sola provincia de las tres vascas, ni podía anclarse en evocar instituciones medievales. Era un punto de partida para basar la autonomía en las peculiaridades de cada territorio histórico y no en una supuesta nación emergente, llamada Euskadi, que asumiría un proyecto independentista -como así ha sido- de ámbito nacional vasco.
Los que sucesivamente dirigieron y controlaron el centro derecha vasco no supieron o no quisieron seguir por ese cauce foral, que se distinguía del nacionalista en que las competencias autonómicas no correspondían a la nación Euskadi, sino a cada territorio histórico (Álava, Guipúzcoa y Vizcaya) por separado.
El centro derecha vasco aún está a tiempo de reconducir sus difusos criterios autonómicos. La disposición adicional primera de la Constitución "ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales". Es cuestión de interpretar con rectitud esta disposición. Todo un ideal para un partido que quisiera luchar por ello.
Entre tanto algunos centro derechistas están buscando alianzas con el PNV. ¡Es para descuajaringarse de risa!
El centro derecha vasco aún está a tiempo de reconducir sus difusos criterios autonómicos. La disposición adicional primera de la Constitución "ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales". Es cuestión de interpretar con rectitud esta disposición. Todo un ideal para un partido que quisiera luchar por ello.
Entre tanto algunos centro derechistas están buscando alianzas con el PNV. ¡Es para descuajaringarse de risa!
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