lunes, 15 de agosto de 2016

LA SOLUBLE UNIDAD DE ESPAÑA

     A decir verdad, cuando la Constitución española "se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española" (Artº. 2 Constitucional) y al propio tiempo "reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas", se planteó la existencia y puesta a punto de una aspiración ideal de muy difícil o imposible plasmación.
      La "indisoluble unidad de la Nación española" fue  una ironía puesto que, a medida que surgían las primeras nacionalidades y regiones autónomas -País Vasco y Cataluña-,  se iban estableciendo por los nacionalistas, con una claridad impúdica, las bases de sendas futuras naciones. Cualquier observador sensible a las modificaciones que se fueron estableciendo desde que  contaron ambas "nacionalidades" con su respectivo Estatuto de Autonomía, se asombra de que el único freno a su pretendida independencia esté, en la práctica, sólo en manos del poder Judicial.
      La prueba de que todo está bien previsto para proclamar la soberanìa de ambos territorios en un futuro no lejano, se confirma por la sencillez con  la que anuncian su operación de  vuelo libre: basta con  desconectar los mecanismos legales que unen a Cataluña con España; ni siquiera se ven forzados a romperlos.
     Los separatistas catalanes, como aquel sargento de un batallón de Regulares, con sus leyes hacen juegos malabares. Y en Madrid, nuestros Gobiernos, según las muestras que dan,  se la soplan y, como el que se abriga con una leve bufanda,   pasan el tanto de culpa al dominio de los magistrados constitucionales.
     Todo esto, para las personas medianamente instruidas,  es una muestra de la debilidad del Gobierno central, puesto que al renunciar al empleo de otras medidas legales, de efectos más inmediatos  y eficaces, da manifiestas pruebas de carácter, propio de quien no puede contener al poder secesionista catalán. Y  los débiles no captan votos, que dan el poder. (Se verá en las próximas elecciones vascas).
      En cuanto estalle el primer incidente serio en  Cataluña -a cuenta de su deseada desconexión con el resto de España (que estallará)-, oiremos el silencio de muchos españoles en   lógica respuesta a ese abandono. El incumplimiento  de la obligación que, sin ruidos y con el texto constitucional en mano, debieron cumplir  los distintos Gobiernos que se sucedieron en España desde 1978, es ya la causa de ese silencio.
      Silencio muy justificado por el abandono que supone, en perjuicio de los vascos y de los catalanes que se sienten también españoles.
      La clientela electoral abandona  a los políticos olvidadizos y desinteresados.
   
   
   







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