jueves, 1 de septiembre de 2016

UNA DERECHA DIALÉCTICAMENTE INERME

     No estoy muy de acuerdo con la opinión generalizada en los libros de historia; opinión que, dando por fracasado el golpe  de Estado iniciado por los militares en el Marruecos bajo protectorado español, considera este hecho como  causa de la guerra civil.
     No puede negarse que España presentaba en 1936 una sociedad partida en dos,  en un escenario europeo donde las dictaduras fascistas arrasaban y las democracias se pararon a verlas venir. La guerra civil era una salida anunciada por quienes sabían  algo de España y de sus gentes
     El golpe militar estuvo precedido por horas de sendos intentos de  rebelión popular de amplio contenido en muchos puntos de España, rebelión provocada por el asesinato de José Calvo Sotelo y defectuosamente armada, pero con intentos de asumir - tanto por las derechas como por las izquierdas-  un poder totalitario  de cuyo resultado, incierto en un principio, supieron sacar partido los militares. Y con la decidida, pronta y eficaz ayuda de las potencias fascistas Franco ganó la guerra.
     El poderoso y triunfante Generalísimo, ya  mientras dirigía la guerra, empezó  por organizar  un país totalitario puesto bajo el lema del "nacional sindicalismo". Suprimió los partidos políticos,  también los de derecha afines a él, para fundar un Movimiento Nacional Sindicalista  (domesticado) y a medida que Alemania e Italia perdían fuerza y batallas en la II Guerras Mundial,  Franco viró, miró a Roma,  y se pasó con armas y bagaje al "nacional catolicismo", creyendo de buena fe que los curas le iban a estar agradecidos y  que los EE.UU entendería el mensaje. Le fallaron los primeros y acertó con los segundos.
      La  "guerra fría" y el "telón de acero" favorecieron los planes de Franco. El "nacional catolicismo" funcionó, sin  que los partidos  derecha le fueran necesarios al Caudillo. El reloj de la evolución política se paró. Las derechas dejaron de existir, de modernizarse y órgano que no se ejercita se atrofia.
      Se acabó la dictadura; las izquierdas  y los nacionalismos periféricos resurgieron con  fuerza numérica  y dialéctica, forjada en la clandestinidad. Terminarían por ejercer el poder. ¿Qué había pasado? Que la dialéctica  de las izquierdas y de los nacionalistas que perdieron la guerra era creativa y la de los partidos de derecha estaba oxidada y a la defensiva y contaminada de franquismo.
      Quedó constancia de que los partidos de derecha habían dejado de existir y nadie ponìa sus esperanzas en tímidas reformas continuistas. Dilema: se volvían creativos e innovadores o irían -con lentitud pero fatalmente- perdiendo fuerza en un sistema democrático a la europea.
      Por ejemplo, ante una reforma previsible y cantada de la Constitución de 1978 -por la presión de fuerzas secesionistas- la derecha española no tiene doctrina ni  programas que en ella se basen. En el fondo, en 1978, pasaba otro tanto; las izquierdas y los secesionistas no fueron más allá en sus
demandas, por miedo a los militares. Las derechas, inermes  y carentes de ideas -digan lo que quieran- estaban en la higuera.
     Recurramos al refranero: de aquellos polvos estos lodos.
     


No hay comentarios:

Publicar un comentario