lunes, 12 de septiembre de 2016

LA ESPAÑA PLURINACIONAL SOÑADA

     La vida, entendida tanto en lo personal como colectivamente, es un puro cambio; lo malo llega cuando esos cambios quedan fuera de control.
     Acabo de ver, vía T.V., un documental ilustrativo sobre el funcionamiento del corazón, la aparición de las arritmias y su peligroso desenlace con la anomalía del ictus. Conmovedor. Se lo dice a ustedes un "sintrónico";  un paciente crónico preparado para el cambio más dramático: verse convertido en un vegetal  o en cosa parecida a nada que pinten bastos.
    La guerra civil fue un cambio esperado y estúpido que quedó fuera de control para una mayoría inmensa de españoles. Otro cambio: los años del hambre y de la pandemia tuberculosa. Más cambios: los tiempos de la autarquìa  y su desenlace con la llegada de los tecnócratas opusdeistas;  el tardo   franquismo y el hundimiento del sindicalismo vertical; el apaño democrático con una Constitución duradera pero envejecida en menos de cuarenta años; la liberación de prejuicios anti eróticos y politizados que veían siendo un impedimento para el " mundo mejor y placentero" de algunos; y así hasta que llegue el día de alzar la veda a los límites soberanistas y el Condado de Treviño se constituya en nación-estado y luego en paraíso fiscal. ¡Me apunto!
     Convendrán conmigo en que nunca se había siquiera soñado un cambio que nos condujera hacia una España plurinacional.
      ¿Y eso que es? ¿Un puñado de pequeñas naciones soberanas con abundante  burocracia y muchas embajadas a cargo de diplomáticos bien pagados y en compañía de  numeroso séquito distribuidos por el mundo entero? ¿Algo muy bueno para unos  pocos? ¿Las taifas morunas?
       Verán: Europa sintió acabada su preeminencia  -Reino Unido incluido- después de dos  guerras internacionales y hubo de resignarse a ver su influencia universal recortada  y a comprobar cómo la hegemonía pasaba a ser ejercida por dos potencias supranacionales: los EE.UU. y la URSS. Ruinosos y destrozados los principales países europeos, algunos hicieron valer sus tesis: hay  que UNIRSE para resurgir de las cenizas. Así nació la idea del auge europeo, para evitar guerras entre naciones vecinas. Francia y Alemania alumbraron los primeros brotes de una Europa unida. Sobre esta base se fueron mentalizando otros países y aumentando los adictos. Otras  naciones se unieron al núcleo originario europeo.
      Está  visto que muchos españoles,  contra  la corriente europeista y en cuanto a geopolítica se refiere, siguen sumidos en el siglo XIX. Ésos permitirían partir España en varias naciones soberanas. Lo bueno del tal  cambio es que nadie piensa en quién y cómo pagará los platos rotos.
      El día que se sepa ese coste, veremos quién se apunta a la ensalada.




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