martes, 27 de septiembre de 2016

UN PERDEDOR NATO

    Hace de esto unos cincuenta años, más o menos. El Dr. Gregorio Marañón publicó un ensayo histórico sobre el Conde Duque de Olivares; obra muy interesante, enriquecedora, inolvidable. Y por venir a cuento,   en plena dictadura, forjó la teoría del descrédito interno, -generado entre los  suyos- , del poder hegemónico del mandamás; del  jerarca con alma de dictador. Aunque el aludido no lo vea así,  son los de casa quienes lo derriban.
    Este descrédito fue el que precedió al ocaso del Conde Duque   y de tantos genios imperantes  que en el mundo han sido.
     Salvando las distancias y las categorías, este proceso, calcado a la antigua, ha sido el seguido por la vía ràpida, por el Secretario  General del PSOE; perdedor nato, porque los enemigos los tenia dentro. No digo si merecidamente o no, ni siquiera si se los ganó con su conducta o surgieron como setas espontáneamente. El caso es que él los delató (a sus enemigos) y ellos lo van a derribar o dejarlo listo para el arrastre.
     Los neófitos de la política suelen disfrazar sus públicas desavenencias, con la socorrida careta de la libertad de expresión; es decir, tratan de que sus rebotes metafóricos, poniendo en solfa a un compañero de partido, pase como si fuera una virtud: como si fuera una disparidad de criterios expresada con libertad y con nobleza, entre compañeros del alma: "Sí, sí... ¡y un jamón!" que diría el tonto del pueblo.
     Los partidos políticos si no funcionan cerrados en piña, ¡mal porvenir! Esto explicarà que un político nato, como Mariano Rajoy, peque por su consabida propensión a no condenar a sus compañeros ni cuando se descubren sus latrocinios; sufre cuando tiene que repudiar a sus correligionarios corruptos. A los insultantes desprecios de Pedro Sánchez, responde Mariano Rajoy ofreciéndose a negociar la formación de un Gobierno conjunto, en bien de España, pese al no, no y no destructivo del sociata.
     ¡Triste destino el de Pedro Sánchez! Es el fruto de una elección primaria. Y es que la política no se puede dejar en manos de aficionados.





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