viernes, 28 de noviembre de 2014

VUELVE AL REDIL

   En realidad van a ser los seguidores de <Podemos> los que vuelven al redil. Una sólida aproximación al poder, ha bastado para que Pablo Iglesias y sus compañeros artífices del tinglado, hayan tomado nota del viejo dicho: una cosa es predicar y otra dar trigo.
  Nos prometían acabar con la deuda pública de manera expeditiva: no pagándola. O por lo menos, quitándose de encima aquella no imputable a la colectividad de españoles contribuyentes, por no ser causantes del desaguisado que nos endeudó. Ahora hablan de su reestructuración concepto elástico que puede, como la forma de un globo, hincharse o desinflarse a voluntad.
   Nos hablaron de adelantar a los sesenta años la edad de jubilación, lo que no dejaba de ser un sueño de juventud; algo inviable, por la sencilla razón de que no cuadran los números; es decir, no hay dinero ni quien lo fabrique para atender a tanta población pasiva. Los de <Podemos> debieron de pensar que jubilando a los de sesenta años, se crearían puestos de trabajo para los jóvenes: por cada sexagenario una vacante. Por cada vacante un  joven que  sale de las listas del paro. Craso error. Los puestos de trabajo no los crean los jubilados, sino los inversores. Y los inversores, por causa de algunos políticos y de sus promesas, se arrugan y no invierten o se llevan el dinero a otras latitudes.
   Nos aseguraban una renta básica universal digna, para todo necesitado; sin tomar en cuenta que habría de darse, también, a todos los dispuestos a empadronarse en la lista de los desamparados, con los que no contaban; y mucho más aún, con los emigrados de otros países, que llegarían como moscas a la miel al saber que en España funcionaba la llamada sopa boba del medievo.
   Y, claro está, a la vista de que la banca privada no suelta un duro para inversiones productivas, habría que volver a crear la banca pública, como en  tiempos de Franco, banca que dicho sea de paso desmontó la democracia; como también desmontó la caja de las Cajas de ahorro a beneficio de políticos  y sindicalistas, que actuaron como el insensato que dio matarile a la gallina de los huevos de oro.
   ¡Pablo, Pablo! ¿Por qué nos persigues?

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