sábado, 22 de noviembre de 2014

DOS CLASES DE EMPRESAS

     No quiero engañar a nadie. Carezco de título alguno que me capacite para hablar de economía, pero voy a tirarme al agua con un pequeño salvavidas: el sentido común. Algo me ayuda la experiencia de mi mejor amigo:  abrió  una empresa con muy poco dinero y como en el cuento del  circo, le crecieron los enanos.A fuerza de escuchar sus cuitas, algo se aprende.
     Hay un periodista polítólogo que brama desde una emisora de  TV cada vez que sale a relucir el problema del paro. Se encabrita, sobre todo, cuando constata los ínfimos salarios que se pagan a trabajadores que además son eventuales y que, si hoy tienen los justo para mal comer,  la semana que viene tendrán que buscarse el sustento por caridad.
    - Es muy sencillo: no hay empresarios.
    - ¿Y por qué no los hay?
    -  Muy sencillo también: por ser muy costoso pechar  con un sin número de obligaciones, para tan problemáticos beneficios (o ninguno) como pasa hoy con la mayor parte de las empresas.
    - ¿No medirá usted que a las grandes empresas les van mal los negocios?
    - Ciertamente. Les van viento en popa.  Verá usted son multinacionales que además guardan sus valores en paraísos fiscales. Y si en algún país las  cosas no les van como quisieran, estas grandes empresas negocian con los gobiernos -aun con los más avanzados en política social- las condiciones para no deslocalizarse. Y los gobiernos ceden, por evitar que aumenten las cifras del paro. Las medianas y pequeñas  empresas, junto con los consumidores inermes, tienen que cargar con el  peso del que se libran las multinacionales. Y como no pueden con tanta carga, se cierran las empresas o se toman sus dosis de ajo y agua los sufridos consumidores.
   - ¿Hay político que pueda arreglar ésto?
   - No. Ni siquiera los de <Podemos>  Pueden prometer, pero no arreglar. Las reglas del mercado son las que son y donde no hay beneficio, no hay mercado  ni salarios dignos. Al final, algunos Estados socialistas, queriendo suplir al capitalismo que huye, ponen sus propias fábricas que  terminan pagando salarios más ruines que los del maldito libre mercado. (Véase Cuba, o China, etc.)
  - Tiene algún arreglo esta situación.
  - Sólo una que es más vieja que la pana. Que  cada trabajador se convierta en propietario o copropietario de la empresa productiva. Que sea, él mismo,  el creador de su puesto de trabajo  y se pague el salario que le permita el desarrollo de la empresa de la que es dueño  o condueño.
  - ¿Y los consumidores? Tendrán que seguir con sus dosis de ajo y agua. Véase lo que sucede con la energía eléctrica.
  Digo todo lo dicho, por no ver tan cabreado como suele a  ese periodista que se queja de los políticos al uso. No le falta razón, pero por otras causas. Las que hoy denuncia solo las arregla el tiempo y la ciencia. Pero la ciencia  coloca a los españoles  en los últimos lugares y así nos va. Y en esto la culpa es de todos. ¿O no?

 

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