martes, 18 de noviembre de 2014

LO PRIVADO Y LO PUBLICO.

   Tratemos de observar desapasionadamente lo que ocurre en España. Se habla mucho,  y los políticos nos lo proponen como meta, del Estado de bienestar, de un país de ensueño  donde la vida resulte fácil y confortable para todos, lo cual exigiría elevar el nivel de renta  medio de cada ciudadano, - varón o dama, niño  o niña -, a cifras resultantes de multiplicar por dos o por tres el índice actual de renta per capita.
    La verdad es que estos niveles de renta  no los puede alcanzar pueblo alguno, si antes gran número de  sus ciudadanos, - es decir las mayorías que lo forman- no alcanza a dominar un grado de conocimientos y de hábitos laboriosos y un conjunto de virtudes que eleven su capacidad productiva, sin olvidar  la rectitud de comportamientos cívicos, muy por encima de los índices actuales.
    Es decir que los gobernantes, además de darnos  ejemplo, habrían  de exigir a esas mayorías mayoritarias,  unas metas de  civismo (vamos a llamarlo así) de muy dudoso logro para los  españoles de nuestros días, no empeñados, por ahora, en conseguirlo. Para eso harían  falta grandes dosis de iniciativa privada aplicada  con indudable constancia y rectitud. El beneficio, es decir el Estado de bienestar para todo un pueblo, solo llegaría por ese camino, o sea por el deseo de todos y cada uno en mejorar su situación. Insisto: gracias a la iniciativa privada,  el Estado, proveedor de la iniciativa pública, se limitaría a  no estorbar,  salvo en  defensa de las capas sociales más necesitadas o de cuanto atañe al bien común.
    Cuando la iniciativa privada funciona, es cuando mejor marcha el sector público.¿Por qué? Por una sencilla razón: porque quiénes saben  por experiencia lo que cuesta levantar la persiana de cualquier actividad, son los ciudadanos con iniciativa  que también saben que si el sector público  no pecha con las cargas no rentables, todo se iría al garete.
    El bienestar en España, en las condiciones actuales, por muchas promesas que hagan los políticos, llegaría  para unos pocos y demasiadas veces por la vía de toco mocho y mañas parecidas, ante cuyas artes el sector público es mucho más vulnerable que el privado. Por eso hay tantos políticos, o ligados a la política,  partidarios de la  corrupción.
    La alternativa viable para el logro de un Estado de bienestar, viene de la mano de una mayor y mejor  iniciativa privada, la cual resulta  de muy difícil implantación, salvo en países con excelente escuela y colectivos libres; países  muy dados a la lucha pacífica para triunfar y sumamente honestos en sus actividades; por supuesto enemigos de los paraísos fiscales.
    Frente a esta realidad que exige un notable y constante esfuerzo, en los países dados al baratillo crecen  y se desarrollan las grandes promesas a cargo de políticos bien intencionados pero inexpertos, que suelen terminar socializándolo todo, generando  nuevos vasallos dominados por  las empresas públicas antes en manos de la iniciativa privada. En  suma terminan por aplicar  el principio de la igualdad,  el camino más seguro para un equitativo e igualitario reparto de la pobreza.
    Estad atentos a las musas que cantan las bondades  del sector público. Nunca te dejes avasallar. Cuando todo sea público,  te ofrecerán  igualdad. Pero no lo olvides: será un igualitario reparto de la pobreza.

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