Desde mis muchos y ajetreados años comprenderán que vea a los políticos y escuche sus promesas con cierto escepticismo. Es decir, dudo de que tengan un cabal conocimiento del alcance de su oferta que, en el fondo, encierra su buena voluntad para que los ciudadanos y ciudadanas sean felices, pero nada más. (Ciudadanos y ciudadanas, como diría todo buen socialista afectado por el deseo de que todos los mortales se igualen por el sexo; lo cual es imposible porque ellas, sencillamente, son mucho más inteligentes y valiosas que ellos, y a las pruebas me remito: la líder andaluza frente al macho alfa de todos los socialismos federados).
Si algo resulta dudoso es el razonamiento proselitista emitido por la CINCO (el 01/11/2014) y protagonizado por don Pedro Sánchez, que ya -a estas alturas y con la que cae- se considera triunfador de la próximas elecciones generales. (Ya han analizado las entrañas de los animalejos sus augures, que como es sabido nunca fallan).
Aparte este festivo y optimista pecadillo, parece que el enemigo a batir por el PSOE, según el susodicho don Pedro, es el PP. Hasta el más lerdo de mi pueblo sabe que quien está merendándose el rosco electoral socialista es PODEMOS.
Y mientras el Sr. Sánchez se equivoca de diana, el PP anda a la deriva sin darse cuenta de que los pelotones son para las ocasiones. Este es el momento en que el PP ha de darse cuenta de que el enemigo lo tiene en casa y que el buen político no es el que castiga porque es el amo, sino el que saja para sanear el cuerpo social, poniendo por delante todos los cloroformos que le ofrece la ley, pero sin olvidar el uso del bisturí para drenar los líquidos y sólidos perversos.
Donde un buen político vería -tanto en Cataluña como en la podredumbre que rodea al partido- una ocasión para lucirse y ganar las elecciones, el PP está cavando su propia fosa.
¿O no?
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