lunes, 10 de noviembre de 2014

CATALUÑA ¿Y AHORA QUÉ?

    Celebrada la consulta  cataláunica, al Gobierno central le toca mover ficha. No puede sentarse junto a la vía a ver cómo pasa el tren. 
     Coinciden todos los analistas en que resulta necesario abrir un período de reformas que, quiérase o no, van a empezar por darle un repaso al  Título VIII constitucional que regula el ir venir de las autonomías. Es decir, hay que revisar y legislar de nuevo sobre ese complejo mundo donde cada territorio autónomo,  -como decían los cristianos viejos- viene haciendo de su capa un sayo, en esta España de nuestros sinsabores; por ejemplo la consulta catalana del pasado domingo, pese a las leyes que negaban su licitud.    
    Y el desbarajuste es tal, que en tanto unos llaman democracia a cumplir la ley, otros - como hacía don Francisco - se entregan a convocar   referéndums hechos a su medida que   ganan siempre y de  corrido (como Franco) y ¡así cualquiera! Los nacionalistas no lo quieren ver pero asoman la oreja totalitaria en cuanto te descuidas. Y como en  tiempos de crisis todo vale,  las masas siguen a los más audaces aunque sean unos granujas. Hasta  hay quien los aplaude.
    Así que  - dicho lo dicho -  sólo  una reforma constitucional anticipada,  va a resultar  del agrado de ciertas turbas, muchedumbre de gente  confusa y desorientada; también a las  de <Podemos>, a quienes - pese a no ser parlamentarios-  les gustaría tocar pelota en este invento.
      Las fuerzas políticas en general, salvo alguna que anda despistada - y entre ellas la del PP - tienen avanzado algún proyecto, tal que el PSOE que nos quiere federar.
     Pero veamos: ¿Qué es lo fundamental? Pues lo fundamental es  aquello  que quieran los nacionalistas separatistas. ¿Y que quieren? La independencia sin salirse de Europa. Si no se les da esto, seguirán en sus trece, dale que te pego como Andrés el de la navajica (otro días les contaré cual era su único deseo). Y el Gobierno de España, se mantiene soñando por su cuenta y nunca tan alejado como ahora del sentir de su querido pueblo.
      Los nacionalistas no separatistas, - los suficientes para enfrentarse a los separatistas -, admitirían  (ya lo van diciendo por ahí),  una  Iberia  confederada. Los  peperos andan todavía creyendo  que los van engañar con alguna  triquiñuela tributaria. Los socialistas sueñan en federar España. La tarea consiste en  acortar distancias.
    Puestos a ciscar la enmienda constitucional prevista -porque el peligro está en chingarlo todo- me inclinaría desde un PP  bien preparado (es difícil pero tiene gente para ello) por apuntarme a una Confederación Ibérica (lo de ibérico cuela,  lo español, no) con un triple compromiso, por lo menos:
       - Cada comunidad autónoma (llamada Estado) seria independiente, salvo en las competencias pactadas y exclusivas que todas  y cada una  obligatoriamente tendría que ceder  a   la Confederación Ibérica.
       - El criterio para adjudicar estas competencias sería el mismo que se aplica en la UE, basado en  principios racionales y eficientes, como son los de proporcionalidad y subsidiariedad u otros que cumplieran tal condicionamiento.
       - La alta  inspección  y el control final de todos los instrumentos  o instituciones que garanticen el cumplimiento de las obligaciones por parte de  los Estados   confederados (también los económicos)  así  como el poder para intervenirlos en caso de incumplimiento, serían ejercidos por la Confederación.
       Una vez constituida la Confederación y asegurado su funcionamiento, podría invitarse a participar en la misma al Estado de Portugal. 
       Comprenderán -todo hay que decirlo- que si escribo así sin ser nacionalista, es por una poderosísima razón: prefiero una confederación instituida desde el PP, que otra que me pueda llegar como consecuencia de la desidia de los peperos y organizada desde el nacionalismo para los  separatistas
       Me atrevería a decirle al PP, con lo averiado que está, que algo audaz ha de inventar para  no verse arrastrado por el tsunami que se les viene encima. 
       Eso sí, teniendo en cuenta en que de hecho,  no por ley, catalanes y vascos funcionan como si estuvieran confederados.
   

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