martes, 25 de noviembre de 2014

EN DEFENSA DEL BIPARTIDISMO

   Cuando se convocaron las primeras elecciones democráticas en 1977, la concurrencia de partidos políticos alcanzó tal número, que los medios de comunicación, para referirse a este fenómeno, lo llamaron la sopa de letras.
    El sistema electoral elegido actuó de criba y al final fueron poco más de media docena los que lograron tener representación parlamentaria. Se supone que en tanto no se cambie la legislación vigente, muchos pueden ser los llamados y poco los elegidos. Quiere esto decir que la ley de Hont seguirá funcionando, auque se hundan en el camino alguno de los partidos hasta ahora pujantes  y que -con gran probabilidad- sean dos o tres los partidos dominantes; las alianzas posteriores conducirán al funcionamiento de un bipartidismo de hecho, ya que al ir unidos consiguen una  mayoría absoluta que anula la votaciónde todos los demás.
   Por tanto, la estabilidad del equipo gobernante está asegurada. El inconveniente radica en que, a veces, la lista más votada pierde el poder. El ejemplo más expresivo lo da Andalucía, donde el partido más votado, el PP, perdió el poder ante la alianza del PSOE e IU que consiguiron así la mayoría absoluta con la que vienen gobernando.
    Lo probable -según las encuestas- es que en la próxima legislatura lleguen a  coexistir tres o cuatro mayorías minoritarias, que se verán forzadas a entenderse para poder gobernar: PP, PSOE, <Podemos> y tal vez alguna otra sigla más. Tendrán que negociar entre ellas y pactar el programa más acorde con la ideologia de ambas o tal vez de tres que puedan entrar en el juego de alianzas.
    En sua, la ley de Hont defiende la posibilidad de un gobierno estable. ¿De derechas o de  izquierdas?  No se sabe. Extremadura nos da el ejemplo opuesto al de Andalucía.
    Sin embargo, lo más probable es que el partido desplazado del poder sea el PP.
    Si el PP no  aprovecha el tiempo que pueda quedarle  en el poder,  dando un golpe de timón a su política contra la corrupión dentro de su partido  por un lado, a la seguida frente a los recortes por otro, y al secesionismo catalán, por último, puede dase una costalada de abrigo y pasar  de una mayoría absoluta a una minoría ridícula.
    El PP tiene, nada menos, que ponerse de acuerdo con sus anteriores votantes. ¡Nada más dura que  reanimar a un desengañado!






   

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