sábado, 14 de junio de 2014

UNA DERROTA OPORTUNA.

     Lo digo con modestia y con temor a ser mal interpretado: el fútbol masificado dejó de entusiasmarme hace unos setenta y cuatro años, - no había cumplido los dieciocho - cuando adiviné  las limitaciones que ofrecía este espectáculo como deporte,  frente a los intereses económicos y  políticos que dimanaban  de esta actividad en provecho de unos pocos.
     Es difícil -lo sé-  encontrar partidarios decididos a no hacer el  juego a los organizadores de estos espectáculos deportivos.  En España y en otros países, se ha fomentado  durante décadas el derroche de un dinero que no tenemos, para alimentar el apetito de las masas. Dinero que no tenemos, ya que la mayor parte de los clubs están por eso cargados de deudas.
     Repito: en provecho de unos pocos, puesto  que el resto no hace sino sufrir y pagar por ello. Los que van, porque les cuesta lo suyo tal afición; y los que no van, porque el fútbol, al estar aceptado multitudinariamente como  "deporte" favorito, termina por ser una exigencia que acaba, también,  por  buscar el apoyo oficial a costa  del sufrido contribuyente.
     No hay dinero para atenciones primarias,  los clubs están medio arruinados y  hay que tolerarles moratorias que, al final,  repercuten  en todos nosotros. Y no pasa nada.
    En Brasil protestan las masas desasistidas por los gastos que ocasiona padecer la organización de un campeonato mundial, en medio de un chabolismo sórdido y otras carencias que avergüenzan al más pintado.
    En fin. Para mí la derrota del equipo de España -aunque duela- es oportuna, si sirve para abrir una reflexión, siquiera  breve, que nos permita   tomar conciencia de lo conveniente que sería para todos  corregir excesos.
 

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