Copio literalmente de una guía de inversiones offshore: "Un paraíso fiscal es un país que exime del pago de impuestos a los inversores extranjeros que mantienen cuentas bancarias o constituyen sociedades en su territorio. Típicamente conviven dos sistemas fiscales diferentes".
En suma: los de casa pagan; los de fuera, no.
Así que una empresa española, en su país "perseguida" (es un decir), si lleva sus dineros a Gibraltar, no sólo la reciben abanicándola, vino andaluz por medio, sino despelotándose de risa todos juntos -los de casa y los de fuera- a cuenta del tratado de Utrecht.
A cualquier español de a pie, fiscalmente "perseguido" por Hacienda (es un decir), le dices esto y se pone a liar el petate para escapar a pantalón quitado de la quema y poner sus ahorros a buen recaudo. Lo que pasa es que todavía no tenemos suficiente numerario para hacer el viaje con cierta holgura.
Pero puestos a discurrir, los españoles, tardos en aprender, cuando les tocan la cartera -el órgano más sensible y dolorido del ser humano- son capaces de montar un Gibraltar en las playas de Lloret. Y no digo los secesionistas catalanes: ya tienen dicho (no aseguro que sea verdad) que están dispuestos a renunciar a su independencia si les dejan montar un paraíso fiscal en territorios de su nacionalidad autónoma.
Luego dicen que el pescado es caro y que en España la defraudación fiscal ha batido todas las marcas. No es de extrañar. Cuando se ve el artificio, hasta el más tonto se tapa el orificio.
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