Siendo muy joven, en plena guerra civil, en estos territorios históricos del norte de España se organizó un torneo de futbol con siete u ocho equipos, que se jugaban la que se llamó "Copa de las Brigadas de Navarra". Me convertí en un hincha del Deportivo Alavés, donde se alinearon a título provisional algunos famosos jugadores del Madrid F. C. que, al término de la guerra, volvieron a su equipo y dejaron al Alavés huérfano de padre y madre. Lo que antes eran victorias, se convirtieron -ahora, acabada la guerra- en lastimosas derrotas.
Aquel cambio me llevó a considerar lo efímero que es el triunfo y a estimar que el fútbol profesional no era un deporte, sino un espectáculo deportivo muy
ligado a los avatares políticos y bien pagado; y que de mi dinero, en lo sucesivo, ni un real para estos menesteres.
Y aquí estamos, el País metido en harina política-futbolera y yo sin dar un solo euro a tan original pirueta patriótica deportiva, donde España ha demostrado por todo el orbe futbolístico que somos, los españoles, los únicos incapaces de entonar una letra patriótica que acompañe al himno nacional, mientras los bien remunerados futbolistas del equipo nacional adoptan -para escuchar ese himno-. una postura "respetuosa", propia de bueyes uncidos, para demostrarnos que eso de la Patria, si va con ellos y les interesa es por lo bien que pagan.
Comprendo que, con los criterios de las mayorías, el equivocado soy yo.
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