Venimos asistiendo en los últimos meses a una defensa inopinada -que sucede sin haber pensado en ella- de la democracia participativa, frente a la reconocida en la Constitución española que es fundamentalmente representativa: "la soberanía nacional reside en el pueblo español..." (artº. 2º. y constitucional) y "las Cortes Generales representan al pueblo español..." (artº. 66 del mismo texto legal).
El gran argumento de las nuevas generaciones políticas para defender su democracia participativa, es que ellos no votaron la Constitución vigente y, según sus tesis, esto invalida, en cierto modo, su contenido.
Esto del paso el tiempo sucede en las mejores familias y en todo país democrático sin que se produzcan grandes cambios. Pero - todo está previsto - para satisfacer esas ansias democráticas de mover el tinglado, la misma Constitución señala el cauce a seguir.
Si bien, sucede algo curioso a la par que paradójico: pocos reconocen entre los reformistas que, cada vez que hay una elección de representantes del pueblo español, tanto los electores como los elegibles vienen a aceptar de hecho la Constitución que regula el proceso electoral, aunque no estén conformes con su contenido. Siendo así, una mayoría de españoles, cada cuatro años renueva su fe en la vigencia constitucional.
No obstante, vayamos todos juntos a reformarla, de acuerdo, pero hagámoslo (como prometió, pero no cumplió el Rey Fernando VII) yendo, y los reformistas los primeros, por la senda de la Constitución
Los que quieren obviar esta norma algo esconden. ¿O no?
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