domingo, 29 de junio de 2014

EL ZÓCALO DE LA DISCORDIA

    Aquel edificio se iría elevando sobre un zócalo de piedra labrada. Para esta tarea se  contrataron cinco canteros gallegos, de los pocos que quedaban. Conscientes de su valía y sintiéndose mal pagados fueron a la huelga.
    Empezaron las negociaciones. Al contratista no  le salían los números. Pero hubo acuerdo. Trabajarían a destajo como autónomos  y cobrarían por obra terminada semanalmente. Esto sí les compensaba.
    Antes de pasado un mes rompieron el acuerdo. No iban contra el contratista empresario, sino que se había desatado un  conflicto entre los canteros.  Como buenos anarquistas defendían el principio de igualdad. Todos cobrarían el mismo salario. Y el que más rendía por hora  (un treinta por ciento más que sus compañeros), no se conformó.
   ¿Qué pedía el anarquista renegado? Sencillamente, que se compensara su mayor producción. Defendía una remuneración acorde con el rendimiento de cada cual. O sea cobrar por su trabajo según un principio de equidad (dar a cada uno lo que merece) y no de igualdad (dar a cada uno el mismo trato, se lo merezca o no).
    El contratista habló con el propietario contratante y llegaron a un acuerdo: cambiar el zócalo de piedra labrada,  por otro de hormigón armado  recubriendo  su exterior con unas planchas de piedra prefabricadas y así  cumplir con la estética que demandaba el proyecto. No era lo mismo, pero sí más económico y rápido.
   Los canteros fueron a incrementar las cifras del paro.
   No defiendo que se paguen míseros salarios ni la dislocación de empresas para llevarlas a países donde la mano de obra está sometida a un régimen de explotación inhumano. Sólo pido que no se confunda la equidad con la igualdad.

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