martes, 3 de junio de 2014

SENTIMENTALISMO FRENTE A RACIOCINIO.

     No quisiera ser mal interpretado, porque de sobra se sabe que los sentimientos heridos mueven más montañas que la fe.
    Cuando uno hace las más leve advertencia sobre el sentir político de un tercero,  ha de medir su intervención porque si el aludido entiende que se ha mancillado  su honor es capaz de cualquier disparate.
    Cuando, de forma bien distinta, alguien aconseja y  efectúa  advertencias razonables sobre los peligros -por ejemplo- de una inversión, el aludido las admite o las rechaza, pero siempre con criterios equilibrados y sin perder las formas.
    ¿Monarquía o república? 
     La formulación de esta pregunta nos retrotrae a discusiones del siglo XIX , recae sobre contenidos sentimentales y  viene a tener el mismo valor  que el debate que pueda organizarse sobre si al equipo de fútbol local lo llamamos Atlético,  Atletic o Atleti. Lo importante es que su  hacienda esté saneada,  que juegue bien,  gane muchos trofeos y tenga satisfecha a la afición.
     Lo malo y lo bueno de una monarquía o de una república está íntimamente ligado a las virtudes o vicios del titular que desempeñe el cargo. Entre el padre y el hijo, me inclino por el último.
     Y me niego a discutir sobre situaciones cargadas de sentimientos aunque sean históricos. Algo inevitable hablando de monarquías o de repúblicas.

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