martes, 24 de junio de 2014

EL CASO DEL SEÑOR CASILLAS.

   El Sr. Casillas, al que me refiero, no es otro que el camarero que le cantó las cuarenta a Don Pablo Iglesias, el de la coleta; el mismo que desde las canchas abiertas en  la puñetera calle, donde adoctrinaba a la plebe, ha pasado al  encopetado salón  de un  hotel de lujo, con la idea fija de convertir infieles entre las clases selectas.
   Nos tenía acostumbrados Don Pablo a las asambleas multitudinarias y  soberanas, compuestas por mayores de edad, -y algunos menores-  con capacidad para discernir y saber lo que conviene a la Nación (o a las naciones de la península Ibérica, a las que ya les otorga el derecho plebiscitario).
   Como resulta que, al fin,  las multitudes necesitan  líderes, (o  caudillos, duces, sumos sacerdotes, brujos, chamanes, etc.)  y de un cuadro jerárquico que las gobierne o dirija, don Pablo -  que no es tonto y tiene madera-, ha conseguido meterse entre los jerifaltes de un grupo  para,  en una asamblea - previamente controlada - a celebrar en octubre,  asegurarse el poder entre los suyos, que es lo que cuenta.
   En estas estábamos, cuando surge el Sr.  Casillas y a  voz en grito nos descubre el pastel. "Usted, Don Pablo, es un encantador de serpientes", vino a decirle, y resulta ser amigo de los que, con tal de  mandar, machacan al pueblo. Y el Sr. Casillas puso el ejemplo de un país latino americano donde los que llevan la voz cantante, - a los que asesora Don Pablo -  dan caña, que es un primor, a todos aquellos que se desmandan.
   Al Sr Casillas, al que se le supone mayoría de edad, lo echaron del salón sin miramientos y sin  que Don Pablo moviera un dedo para evitar tan paradójico como inquietante espectáculo.
   No es  lo mismo predicar ...,  que le decían al cura de mi pueblo.

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