miércoles, 14 de mayo de 2014

LAS PALABRAS NO MATAN...

          No sé cómo me citaron a una  reunión motivada por un generoso impulso de acabar con la violencia en el País Vasco; no sé cómo, porque nunca fui miembro influyente en estos intentos de paz en un País donde la mayoría  a nadie había declarado la guerra: ni siquiera a ETA a la que casi todos soportaban pero pocos combatían.
          Los promotores de esta  paz pedían diálogo desde una buena disposición de ánimo, para por lo menos entender algunas de las razones que movían la ofensiva etarra.
          En el fondo me sentía impelido a sumarme a la razonable escisión independentista promovida pacíficamente desde un sector del nacionalismo vasco y belicosamente desde otro.
         Entonces,  proclamando la bondad del diálogo alguien exclamó en voz alta: "Las palabras no matan". Y una voz anónima respondió: "Salvo cuando el oficial al mando de un piquete de ejecución, da la voz de  ¡fuego!".
         En rigor, la desavenencias entre los seres humanos empiezan a ser mortales cuando se levanta la voz y se pasa del diálogo a la violencia verbal incontrolada. Hagan memoria. Sucede  hasta en reuniones parlamentarias. ¿O no le anunciaron en un Parlamento a un prócer español que moriría con las botas puestas' ¿Y cómo murió?

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