Era una familia al antiguo estilo de esas que siguen bendiciendo los alimentos que vamos a tomar; y la abuela era la que administraba los ingresos de la casa. Llevaba las cuentas con los dedos y seguía a rajatabla el principio básico de nunca gastes más de lo que ingresas. Y todos iban para arriba.
Un día uno de los hijos, prometió a su retoño: "Cuando hagas la primera comunión te regalaré una bicicleta."
- ¿De dónde vas a sacar el dinero? - preguntó la abuelita.
- Me lo prestará la Caja de Ahorros.
- ¡Ah! Es un dinero a devolver con intereses, ¡claro está!
- Sí; claro.
- Mira hijo: si destinas ese dinero a comprar un bomba de riego, nos ahorraríamos el jornal del trabajador que hoy la eleva a brazo. Y con ese dinero pagarías los plazos del préstamo y aún sobraría. Pero por ahora no podemos regalar bicicletas. Hay que ser productivo, hijo. Es la forma de prosperar.
- A mí me parecen dos pecados mandar un trabajador al paro y dejar a mi hijo sin bicicleta.
- Confiésate de esos dos pecados, que Dios todo lo perdona. Pero en mi casa, euro que entra, euro que produce y hasta que no podamos ampliar el negocio no podremos dar trabajo a terceros ni bicicletas a los nietos. Así que ya sabes hijo. Espabila, que no hay otra solución.
Moraleja: Me acuerdo mucho de los políticos que prometen dar y regalar a diestro y siniestro cuando ellos manden. ¿Y de dónde lo van sacar si ya vaciaron las Cajas de Ahorros? ¿Con más impuestos?
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