viernes, 16 de mayo de 2014

AL ADVERSARIO, NI CASO.

      Les confieso que el combate dialéctico entre dos figuras políticas, convocado para probar sus virtudes  y promover el voto a su favor, para mí fue decepcionante.
      La cara de cabreo de uno de los combatientes, reflejaba sin disimulo su indignación. Los murmullos rezongantes de su adversaria, fuera de turno, eran todo un poema. Y su lógica -sobre todo cuando defendió la libertad para deshacerse de un ser vivo por el simple hecho de estar palpitando en el seno de su madre- terminaba siendo una paradoja, digamos estúpida  para no molestar. (Estúpido, falto de inteligencia. Toda libertad tiene unos límites: normalmente, la de cada uno acaba cuando lesiona los derechos de un tercero)
      La pelea televisiva me recordó la  compra de un automóvil de la que fui testigo presencial. Mi amigo -presunto comprador- preguntó al agente de ventas: "Que opina usted de este modelo" - y le citó una marca de la competencia-. El vendedor respondió: "Para ser sincero no puedo perder mi tiempo hablando mal de mis adversarios; lo he de aprovechar para divulgar las virtudes  de la marca que vendo".
      Esto es lo que no hicieron, sino en muy corta medida, nuestros contendientes políticos. Ya aprenderán.

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