Puede parecer temerario decir que la España interior tiene peor futuro que la periférica. Y sin embargo, salvo en unas pocas ciudades, la población disminuye, se reduce hasta crear tristeza. La presencia de los contados pobladores que aún resisten en estos paisajes vacíos, es digna de atención.
Lo que sí parece anormal es que los partidos políticos, con su derroche solidario -según predican-, presten tan poca atención a este fenómeno migratorio interno que, además de vaciar unas zonas tranquilas, llevan la inquietud y la pobreza a barriadas de ciudades donde terminan mal y sufriendo elementales carencias.
Este y otros desequilibrios que están influyendo en un proceso de empobrecimiento de muchas naciones -entre ellas España- tienen su origen en el desarrollo de la globalización de los mercados, sin que esos políticos -tan seguros de sí mismos- hayan llegado siquiera a sospechar que para la doma de los efectos nocivos de un mercado rompedor de fronteras, hace falta modernizarse y unirse mirando al futuro desde la escuela.
Y digo efectos de una globalización que se desmadra y es perniciosa cuando las dosis no se respetan.
No olvidemos que, hoy por hoy, los oligopolios están imponiendo tarifas (como las del consumo de energía eléctrica en España) porque los políticos están en la higuera o chupan del frasco.
Usted lector, examine el panorama: las clases media baja, pierden a chorro su capacidad de consumo. Y las cuentas mal reflejan quién se lleva la ganancia.
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