Sean las que fueren causa del gran número de parados que se cuentan en España, es fácil deducir que si, algo falla es la iniciativa emprendedora de los llamados a dirigir empresas que necesiten contratar obreros. Antes de caer en la tentación, prefieren dialogar y cerrar negocios que por su condición están libres de contratos laborales.
A esta forma de generalizada de proceder están aficionándose un buen número de empresas españolas para las que, ya ahora, trabajan obreros asociados que venden productos o servicios muy concretos, en sustitución de horas trabajadas, como era costumbre.
La legislación social, la presión sindicada y el clima laboral con sus demandas legales y justas -claro está- influyen en el cambio que se impone, con el que tratan los afectados de escurrir el bulto asumido en tiempos pasados.
Si unimos a esta táctica la otra -que no falla -que consiste en desplazar empresas a países más tolerantes en el plano laboral, se comprende que la iniciativa privada se mantenga quieta y libre de disgustos.
Más o menos tarde, con un paro que no cesa y una corriente migratoria incontrolada, se agravaran las peticiones de justicia social subsidiada y la deseada democracia perderá el rumbo, que no el vocablo, y el nivel de vida caerá en picado.
Y a mí, si no me asusta ese futuro, es por ser un optimista y saber que me sobra tiempo para no verlo ni padecerlo.
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