Los hechos nos demuestran que la "globalización" resulta ser para España, y para un gran número de españoles, más perjudicial que beneficiosa. Esto sucede -al parecer- porque la innovación va a una velocidad y el que quiere alcanzarla, más lento, se ve rezagado.
En resumen -como casi todo en esta vida- el que sabe, sabe y el que no, ha de sudar si tiene escuela. ¿Y si no? ¡Para qué extendernos!
En España el número de parados no disminuye en la proporción anunciada. Más de tres millones de personas viviendo de la caridad o del subsidio, no pueden llevarnos a un final feliz. Los pobres aumentan en número. Los ricos aumentan en ambición y en riqueza. Y ésto, en manos de la política a la española, ya se sabe: termina en la calle y ... por, ese camino, ustedes me dirán quien es el justo o el injusto si es que la violencia entra en juego.
Por ahora vemos a los políticos, tan felices, con la esperanza puesta en ganar unas elecciones vendiéndonos esparadrapo, cuando el enfermo pide antibióticos. Y además, no hay dinero y -sin tomar conciencia de ello- las masas votantes nunca sabrán lo que vale un peine en manos de un quincallero.
Claro que el pesimismo resuelve poco o nada. Pero si al abrir la ventana, al amanecer, veo las calles llenas de nieve y no tengo botas ni abrigo que me libren de la humedad y el frío, me quedo en casa. ¡Lo propio de todo el que se siente engañado.
El desengaño se alcanza con una enseñanza adecuada al caso. ¿Los primeros en la carrera del olvido?
Si no acierta, no lo llame usted optimismo.
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