No sé por qué pero me gana la impresión negativa del cambio que espera a los españoles. No será -deduzco- de signo positivo; más bien tendrá el carácter de un pseudo totalitarismo impuesto por cuatro ganapanes que se las dan de profetas y, para más cachondeo´, de listillos.
Tampoco es cosa de echar la culpa a nadie. Como sucede en muchos países poco cultivados, la tendencia de las masas vivas, que quieren mejorar, se inclina por confiar la encomienda a los políticos que -aún cuando quieran demostrar lo contrario-tienden a priorizar sus problemas. Es ley de vida y se puede observar como inevitable desde tempos históricos.
Ese proceder es lógico puesto que todo ser vivo tiende a seguir siéndolo (ser vivo) con el mínimo esfuerzo y por mucho tiempo. Y el dulce no hacer nada es fácil de asimilar, sobre todo si se convierte en espectáculo.
Para que la política no gravite hacia la golosa corrupción -por más que lo disimulen- hace falta crear un contra poder, consciente de su misión y costeado desde una organización independiente y cooperativa al servicio de la plebe. De una plebe con mucha escuela, ¡claro está!
Podría ejercer esta función el "cuarto poder" y en cierto modo lo hace. Pero... no siempre. Se ve en la práctica.
Lo que se hace necesario es acabar con el paradójico quehacer de los políticos. Prometen felicidad y revientan al contribuyente que les vota.
Hay que empezar por reducir el gasto público superfluo. Y no están por la labor.
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