lunes, 15 de octubre de 2018

PARA CUATRO DÍAS QUE ME QUEDAN (8)

      El ansia de poder, el ejercicio del mando por medio de un sistema democrático, tiene sus
límites. La honestidad es uno de los valores que cumplen su misión. La burla de esta disciplina, es tentadora. Y son muchos los que muerden el anzuelo
     Cabe señalar que en España la honestidad es papel mojado. La superación de este límite ha llegado a variedades muy complejas, con un denominador común: las más altas jerarquías  del poder bajo su control,  no se enteraban o fingían su ignorancia.
     Al final se descubría la jugada y el desprestigio se divulgaba sin piedad y cobraba fuerza hasta el punto de poner en riesgo el futuro, no solo del partido afectado, sino de todo el sistema democrático,       ¿Y por dónde empieza la revancha?
      Por el desánimo de la "feligresía". Pierde la fe en el sistema.  Deja el feligrés de creer en las promesas y  termina por pensar que, con la política, cada cual busca un medio de vivir con holgura. Y los demás esperan que otro mesías venga con novedades creibles que, en una primera fase, suele tener seguidores.
      Tomen nota: en España estamos viviendo un cambio con  repercusiones más socio-económicas que doctrinales. Pongo de relieve lo que puede suceder: que con el pretexto de mejorar la capacidad adquisitiva de los peor dotados a costa de los ricos, los medio-clasistas que nutren las arcas del  Estado sean los que paguen la factura.
   

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