martes, 16 de octubre de 2018

EN RECUERDO,DE UN AMIGO

    Nos conocimos una tarde veraniega  en el vestíbulo de un cine vitoriano. Y nos liamos, inducidos por un amigo común, a charlar de la película en trance de  ser proyectada. Así nació una amistad entren dos personas tan distintas. ¿Qué nos unía?    Él era Koldo Larrañaga, un sacerdote residente en Caicedo de Yuso (Alava). Yo un aldeano  del valle de Valdegovía. Nos unía el cine, cada uno con su historia.
     Fui tomando conciencia de que mi nuevo amigo no era un hombre del montón. Sus conocimientos cinematográficos no eran cualquier cosa. Con todas las reservas era un profesor. Dominaba la materia  hasta coronarla con una tarea heroica: clasificar las películas editadas en todo el Orbe, atendiendo a una lógica didáctica que facilitara su consulta. El archivo de lo realizado, ocupaba un espacio digno de una biblioteca universitaria.
     Y yo me preguntaba: ¿qué pinta Koldo en una pequeña zona rural de Álava teniendo conocimientos y méritos para poner al día -en aquel entonces- a gran número de universitarios que consideran al cine como algo más serio que un puro espectáculo?
     A mí, particularmente, no me gustaba el chismorreo; pero ¿no  era una forma de destierro esta lejanía artificial?
      Éramos distintos. En tanto que a mi me gustaba ver el cine como un arte para dar interés al relato, Koldo Larrañaga lo veía como un medio social, una ciencia artística,  para mejorar conductas.
      Y en su quehacer mostraba una delicadeza de fino estilo.
       Yo se lo agradezco.
                                         PEDRO MORALES MOYA                                                                                                                                               

No hay comentarios:

Publicar un comentario