La calle no es de todos. Es de ellos. Pero, como en la selva, el terreno está marcado. De la "marca" surgen los marqueses. Que no se olvide: la calle termina por ser de unos pocos. Es ley de vida. Termina por pasar a las manos (mejor a las garras), de los marqueses o cosa parecida.
Consciente de mi debilidad, dejo la calle que nunca fue mía. Me voy sin perder la esperanza: cuando esto acabe estaré en la otra orilla.
No es mi guerra.
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