jueves, 4 de octubre de 2018

QUEREMOS PAN Y CIRCO

     Las llamadas democracias -concebidas bajo el mejor y más noble sentido del vocablo- están apolilladas, corroídas por parásitos diversos, por gusanos y polillas, por rutinas corruptoras, por vicios insalubres. Salvo contadas excepciones, no hay otro panorama a la vista
     El basamento de toda democracia se alza, en teoría,   sobre valores universales que -según dicen- garantizan a los seres humanos   un logrado equilibrio de poderes,  cualquiera que sea su condición o su circunstancia. Dicho de otra forma, para no perder el equilibrio social el  poder ha de estar muy repartido.
     En la última década -en lo que se refiere a España-  se detecta un cambio rompedor. Tomando como base del poder de la  riqueza, se comprueba que ricos hay pocos (pero mucho más ricos), y el número de pobres aumenta por días y cada uno que pasa, son más pobres.
     ¿Y esto por qué sucede?  ¿Porque somos un país pobre? Puede ser. Pero algo me dice que nuestros dirigentes -la mayoría- prometen mucho y luego no cumplen; la vaca no da más leche.
     ¿Cambiamos de políticos? ¿Para qué? Los que han de cambiar para arreglar poco a poco la cosa no son los elegibles, sino los electores. Y esto, además, de trabajoso, da sus frutos con lentitud. Por eso no cuela en  gran parte de  los pueblos latinos o mediterráneos, estos últimos mayores en número.
    Queremos pan y circo. La playa, -circo- puro placer al sol sin hacer nada, está libre de impuestos.  El pan, ganado con sudores activos, si paga impuestos. Estamos ante un absurdo.
    La  lógica lo dice. Pan y circo gratuitos nunca llegan  para todos.
    ¡Ya lo sé! No  me lo diga. Usted lo que quiere  es trabajo. A ser posible en el sector público y no por rigurosa oposición: a dedo y para ayudar al pobre. Es decir,  usted quiere una playa con calefacción y  aire acondicionado pagada por los sudoriparos para que esto no se hunda del todo.
     Y esto no puede ser y además...

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