jueves, 1 de noviembre de 2018

PARA LOS CUATRO DÍAS QUE ME QUEDAN (22)

     No acabo de entender por qué al  dueño de un automóvil -con los riesgos que comporta- se le permite contratar los seguros pertinentes con cualquier compañía privada, dentro de una gama obligatoria, y qué razones hay para que a un empresario autónomo se le obligue a cerrar el seguro de haberes pasivos con una empresa pública, sometida a los vaivenes políticos de por sí muy peligrosos.
     A los tales autónomos los quieren encuadrar en el tambaleante régimen de la "seguridad estatal" en manos de unos políticos que han "asegurado" el tembleque de toda una estructura económica que pervive a fuerza de incrementar su deuda; de cerdear, que diría el vulgo parlante.
     El autónomo es en España,  por lo general, un señor o señora en el "paro" que, para no morirse de  hambre, ha decidido trabajar por su cuenta,  poniendo en juego sus conocimientos y habilidades y sus contados ahorros a riesgo y ventura, sin saber dónde se mete.
      Dado que la inversión privada se lame sus heridas mientras se va a pique, la aparición de la fiebre empresarial y autonómica, puede ser un conato de solución digno de ser favorecido en casos. de crisis. Henos aquí viendo como los águilas de la política se dedican a poner zancadillas a los que tratan de salir del callejón del hambre.
     Miren ustedes el panorama: las clases medias pisando sin remedio al escalón de abajo. Las clases altas alquilando el "capitoné" para acarrear los cuadros de valor a lugar seguro. ¿Y los demás? Ajo y agua.





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