jueves, 15 de noviembre de 2018

PARA LOS CUATRO DÍAS QUE ME QUEDAN (33)

     Voy a meditar por escrito sobre la engañifa de las encuestas, que con pretensiones proféticas, quiérase o no, condicionan el proceder de las masas ante la proximidad de unas elecciones. Ha de ser una meditación muy básica.
      Parto de un hecho: las encuestas son un vehículo más puesto en circulación en beneficio del que las financia. Puede afirmarse que para triunfar en el intento, todo vale, incluso la mentira, a la que vestirán de seda para que surta efectos.
      Porque la seda -como tal- juega siempre como valor positivo y ha de ser "seda" de verdad
si queremos que funcione. La mentira no ha de verse. Hay que taparla. Hay que "sedar" hasta las sonrisas. No valen imitaciones. El que mejor sonríe: Sánchez. El sonriente impostor: Ìglesias. Los demás, ni fu ni fa. No saben ni lo tienen en cuenta.
      Una vez lanzado a la lucha el líder, con sus compañeros de cama y doctrina, hay que adorar a las masas, sacándolas de la rutina  que vulgariza, superando al montón, para situarse a la cabeza de un pueblo cargado de virtudes, un pueblo al que  se reconocerá por su etnia  superior; o distinguirá  por su honradez; o por otras virtudes. Un pueblo venerable por sí mismo: incluso, por un proletariado secular.
      Estas son las, bases sobre las que  trabajar sinceramente y a fondo, provocando la fe que hace milagros.
      Sin  doctrina no hay fe, y la  fe mueve montañas. Y el centro derecha ¿dónde anda?











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