sábado, 10 de noviembre de 2018

PARA LOS CUATRO DÍAS QUE ME QUEDAN (29)

       En España, cuando algo se pone de moda y se divulga hasta el hartazgo, suele convertirse  en dictadura. Esto sucede cuando, por ejemplo,  la democracia funciona a la española; es decir cuando el poder autoritario exige que nos chupemos los dedos pringados de caca.
       Aclaremos ideas para evitar errores. La democracia, para funcionar sin chirridos, se ha de entender como protectora que la libertad individual y colectiva, por este orden, y ha de ejercerse con respeto, tolerancia y tutela del sentir y pensar ajeno, del  que se puede discrepar y al que se puede combatir, razonablemente; no por narices, o sea por huevos.
      A mi las guerras me horrorizan "per se" y porque puestos a juzgarlas desde perspectivas humanitarias, tan bárbaros resultan los que ganan  como los que pierden. Cada uno es como es y el dolor no se alivia cuando ya pasó. Sí se alivia no volviendo a las andadas;  y menos con relatos mediatizados por la política.
     Estamos en el "trágala, trágala, tú servilón" propio de una dictadura. Y por ahí habría que empezar: ¿Es que acaso la Guerra Civil del 36 no fue sino una lucha entre dos dictaduras de distinto signo?
     Me dirán que no.Y habrá opiniones de todos los gustos. Pero a Calvo Sotelo no lo asesinaron para defender la democracia.
    Por algo totalmente contrario, otra generación, otros españoles acordaron la paz, el perdón y el olvido mediante una democracia pactada.
    Alguien,  que presume de lo contrario, está  chingando a peladita.













jsts                                                                                     

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