Ya se ha dado el primer aviso: hacia el año 2040, se hará realidad el dicho "se acabó la gasolina". Los motores de explosión y similares al uso, serán prohibidos.
No me lo creo, pero es igual. Mas pronto que tarde, los países adelantados estarán entregados a la faena de lanzar al comercio los automóviles eléctricos en todas sus variantes. Pero... habrá colas de largo recorrido para ocupar durante ocho horas el enchufe: el tiempo que se necesita para cargar los acumuladores de energía eléctrica necesaria para que funcione la cosa.
La millonada de coches y otros vehículos, que en la actualidad se abastecen de carburantes líquidos o gaseosos, precisarán para cargar las baterías donde guardar la energía eléctrica, un mínimo de ocho horas. No podemos imaginar siquiera, como atacar este problema. Sólo el atrevimiento de políticos -clásico entre ignorantes- promete futuros cargados de esperanzas, cuando la realidad enseña que todo lo bueno, si se alcanza, exige talento y esfuerzos personales y colectivos. Tomen nota: el futuro va por otros derroteros. El automóvil nos remite a una sociedad organizada en pro de la persona o de la familia. Y hoy, hasta el más hermoso autobús resulta pequeño para acoger a las colectividades que reclaman sus derechos.
El modelo del transporte futuro por carretera ha de copiar las novedades del turismo de masas y del comercio globalizado. ¡Ya se verá!
El coche individual o familiar, ya es un lujo. Cada día que pasa se notará más el cambio. No importará tanto el coste del vehículo como dónde guardarlo y dotarlo de energía. La calle dejará de ser un aparcamiento barato. Las carreteras estarán activas gracias a un generalizado peaje.
En fin: todo se andará.
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