martes, 21 de agosto de 2018

SE ACABA EL VERANO

      En los años de posguerra,  se alzaban en España tres banderas que hermanaban a muchos, a millones de personas, por encima de creencias y esperanzas: la banderas del  hambre, de la tuberculosis y de la inflación muy relacionada, esta última, con el estraperlo.
     El hambre generalizada se combatía con sucedáneos: el café fue sustituido por  cebada al tueste, el caldo de carne por pastillas (pura química) y las proteínas  por  carnes picadas de  ignorados orígenes  y embutidas en inconfesables pellejos.
     Los sanatorios antituberculosos se pusieron al día. Hasta Camilo José de Cela, joven literato, de buena familia,  excombatiente y bien relacionado, pasó por uno de estos centros que le dio por novelar bajo el título "Pabellón de reposo";  suceso hoy ignorado pero curioso y estimulante.
     Y la inflación, novedoso y muy divulgado vocablo, que el vulgo asumió de inmediato, cuando alcanzó a comprender su significado:  era un fenómeno desgraciado sufrido por una  mayoría, en virtud del cual los sueldos  subían por la escalera y los precios por el ascensor.
     Así estábamos, y a no sé qué, compositor le dió por popularizar aquella canción, "España no hay más que una" que sirvió de pretexto: "¿Sólo una?" "Si fueran dos, todos iríamos a la otra".
     Hoy nos bendicen con, al menos, tres plagas: el paro de una mayoría que trabaja (paradoja) para vivir  con salarios hambre;  la esclavitud globalizada que se cultiva bajo paños calientes y se cosecha con muertes violentas, con puñaladas y atentados traperos puestos al día por naciones que se consideran civilizadas;  y  las grandes migraciones que algunos países cultivan para ganar electores.
      En suma, se acaba el verano y, en medio del cambio, algo sigue igual.
      En la España de la posguerra, algunos vivían muy bien. Como en la España, de la Ego-cracia.   

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