La democracia es una doctrina que hace posible la participación de las masas en la evolución de un país por vías pacíficas. En mi opinión es discutible; pero, -de momento-es lo que veo y no hay solución. Bien te acomodas, porque está de moda ser demócrata, -es lo que hay- o te cabreas y rozas de palabra eso que llaman intolerancia, que resulta ser prima carnal de los violentos. Así,que traga y calla porque peores los hemos padecido.
El caso es que la democracia es cara y se va al carajo, cuando lo que se ventilan o -dicho de otra forma- se ponen en juego los dineros a los que cada uno, es decir cada demócrata, cree tener derecho. Ejemplo los taxistas, cuando les tocan el trigémino. O los repartidores de comidas que quieren ser autónomos y no les dejan, porque así eluden la presión recaudadora que los demócratas en el poder imponen aunque sea injusta.
El caso es -son tantas las ganas de promover el bienestar de las masas votantes- que llegados al poder lo primero que hacen, la mayoría de ,los políticos, es proporcionar horas felices, por ser justo, equitativo y saludable, y atender primero a ellos mismos y luego a parientes, amigos y compañeros mártires. Así es la democracia bien entendida. Tan bien que ya no hay desahucios.
Esta realidad, en la que incurren una mayoría de los demócratas a la medida, está copiada de los modelos dictatoriales que, en estos casos, suelen ser maestros. ¡Copian y no lo disimulan!
Claro que el sistema funciona gracias a la inhibición de los cautos. ¡Por si acaso!
Es una prueba de honradez precavida y muy demócrata.
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