Era un jefecillo oficinesco. Tenía tres auxiliares a sus órdenes. Repartía el trabajo y luego se entretenía mirando por la ventana con vistas a la calle. Un buen día, al auxiliar más entregado al "vicio" de trabajar se le soltó el pelo y le dijo:a su jefe: "Soy su esclavo. Yo cargo con su trabajo y el mío. Gano dos sueldos y cobro sólo uno. ¿No le da vergüenza?" Y el aludido respondió sin dudarlo, tajante, con genio, al tiempo que encendía un cigarrillo: "Debes dar gracias a Dios que te dotó de tal capacidad para el trabajo".
Esta anécdota que parece inventada a mi capricho es auténtica e hizo escuela. ¿Y así, con este lujo de "ideas" creadoras de ambiente, "funciona" el tinglado oficial con alguna notable y gratuita excepción? Pues sí.
En la España oficial - con sus territorios secesionistas dentro - el número de funcionarios y de cargos políticos crece en proporciones incontroladas. Sucede todo a medida que se frena y mal paga el desarrollo laboral del sector privado o cosa parecida. ¿Es o no es cierto? (No se fíen de las convocatorias oficiales que cubren vacantes por rigurosa oposición. Cuentan más los temporeros que se quedan para siempre)
Al fin y al cabo, es un peso que le quitamos a la empresa privada. Por ejemplo a la Banca. Ésta lleva años reduciendo el equipo de laborantes. ¿Como lo hacen? Muy sencillo. Aplican eso que llaman digitalizar el proceso funcionarial. Y se ahorran un carro de papel moneda.
¿Por qué no copian el sistema los políticos para librar de disgustos a los contribuyentes? ¿No será que la Banca administra y la Oficialidad derrama?
Si el sector oficial llegara a tener más siervos que el privado, sería señal de que la democracia se fue por el tubo de escape de la corrupción.
Por ese camino andamos; y soy un optimista.
(Continuará)
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