A mi, que soy un viejo, me enseñaron que las derechas iban a misa y los de izquierdas, ni por el forro. En la escuela se impartía doctrina a las derechas con un librito llamado el "Astete". Un amigo dijo -lo sabía de oídas- que en las escuelas ateas (de izquierdas), enseñaban lo contrario con el "Destete".
Cuando llegó la guerra del 36, esa sencilla distinción, ir o no a misa, para ser de derechas o izquierdas, se complicó. Me aleccionaron para que distinguiera que la fe religiosa no impedía ser de izquierdas y que todo buen cristiano -siempre que no rompiera con los dogmas católicos- debería inclinarse por la tendencia izquierdista. Así se popularizó la doctrina social de la Iglesia que según mi padre -que olía los cambios a distancia- al materializar las ansias triunfantes del más allá, propias del pobre y compañeros mártires, todo se iría al carajo (así lo dijo, así lo copio). Lo peor es que tampoco se han resuelto las diferencias sociales y aquí anda la humanidad hambrienta, migrando como manada de búfalos en busca de pienso y de agua con una dosis inevitables de justicia social.
¿Y quién es en nuestros días de derechas o de izquierdas? Aquí todo el mundo tiende a globalizarse y la doctrina social consiste, no en "creer lo que no vimos", sino -como se dejó expuesto por D. Miguel de Unamuno, en "crear lo que no vemos". Los primeros nutren a las "derechas" que van para pobres, y los segundos a las "izquierdas" avanzadas que van para ricos.
Es para caer de culo de puro asombro.
¡Ojalá me equivoque!
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