sábado, 18 de agosto de 2018

EL MENOSPRECIO DE UN SÍMBOLO

     Tiempos ha, un Presidente del Gobierno de España permaneció sentado al paso, en un desfile, de la bandera de los EE.UU. de Norteamérica. La representación jerárquica del símbolo menospreciado tomó nota: la venganza es un plato que se sirve frío. Y así fue: el meritado jerarca español no hizo carrera con la primera potencia del orbe; terminó, el aludido,  venerando a la tropa dominante en un país empobrecido por quienes decían salvarlo.
     En los días que transcurren,  prueba para saber si España existe,  en una región  que se siente fuerte, rica y poderosa, han soportado los españoles la falta de delicadeza más grosera que se puede dedicar al Jefe de un Estado: rechazarlo asomándo su efigie  boca abajo en la balconada de un céntrico edifico de Barcelona.
     Ni apruebo, ni condeno: constato un hecho. Y me da vergüenza que un país como España no reaccione ante tantas evidencias de pobreza intelectual.
      Para empezar no entiendo,  ni entenderé, que desde un poder equilibrado, no empecemos por rendir cuentas, entre españoles,  para saber si el resto de España debe algo a Cataluña, o al revés, Cataluña debe algo al resto de España. ¿Es posible? ¿tiene alguna finalidad práctica este rendimiento de cuentas? Claro que sí: divulgar hechos históricos que la gente ignora, con el fin de hacer justicia que, por las vías actuales, no nos llevará a buen puerto..
      Ese es el principio básico de todo entendimiento, sobre todo para no caer en vulgaridades propias de gentes incultas,  que separan y nunca unen: hacer justicia
      ¿Que estoy equivocado? No será la primera vez. Pero si así está la escuela,  así son los resultados.

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